Pues bien, quien contemple un cráneo de delfín o de cualquier otro cetáceo odontoceto (esto es, con dientes: cachalote, marsopa, zifio, orca...) se dará cuenta de que es muy asimétrico. Su mitad derecha es tan diferente de la izquierda que parece una malformación. Sin embargo aparece en todos los individuos de todas las especies, lo que nos lleva a decir que es un carácter genético que se hereda y que todos los cetáceos mencionados proceden de un antepasado común que ya poseía esa característica.
Cráneo de un zifio visto desde abajo (izquierda) y desde arriba (derecha) |
¿Cómo puede ser que una asimetría tan notable pueda ser una característica que la selección natural haya mantenido generación tras generación?
Pues como la mayor parte de las veces, porque supone una ventaja evolutiva.
La línea negra intenta dividir en dos mitades simétricas los cráneos |
Hay que comenzar diciendo que el cráneo de los cetáceos es muy curioso porque la cabeza de cualquiera de ellos no refleja lo que hay bajo la piel. Recordando la entrada al blog antes aludida, puede verse que sobre el cráneo hay una estructura blanda llamada melón que canaliza las ondas sonoras (ultrasónicas) transmitidas por el agua y las lleva hacia los oídos, donde serán traducidas a impulsos nerviosos que el cerebro analizará e interpretará.
Cachalote (Physeter catodon) |
Hasta aquí, todo normal. Ahora, para poder seguir con la explicación, vamos a pensar en lo siguiente:
Estamos en el monte, hay mucha vegetación y a cierta distancia escuchamos un ruido. Creemos que algún animal se mueve enfrente de nosotros, pero no sabemos con seguridad de donde procede el sonido. Para localizar con más exactitud su origen ladeamos la cabeza (e incluso nos ponemos una mano en la oreja más próxima). Entonces sí podemos conocer la posición del animal con más precisión. Ahora volveremos a enderezar la cabeza e intentaremos encontrarlo con la mirada.
Hay una buena razón para ladear la cabeza: tenemos dos oídos, uno enfrente de otro y eso nos permite escuchar estereofónicamente (ver entrada "dos oídos mejor que uno...").
Al estar situados los dos oídos en posiciones diferentes, el sonido no les llega a la vez, salvo que el foco sonoro esté a la misma distancia de ambos y eso solo ocurre si está exactamente enfrente de nosotros. Pero para hacer un cálculo más preciso movemos la cabeza y así, desfasando ambos oídos conseguimos detectar mejor la fuente.
Pero al girar la cabeza ya no contamos con los ojos, pues no estamos mirando directamente hacia la zona de donde procede el sonido: o empleamos el oído, o empleamos la vista.
Un delfín, una orca, un cachalote,... utilizan la ecolocación para comunicarse pero también y sobre todo para capturar sus presas. Se mueven a gran velocidad y resultaría poco práctico tener que girar la cabeza a cada momento para dirigirse con precisión hacia la fuente del sonido o del eco, así que la solución ha sido crear un cráneo asimétrico, que dispone de oídos desfasados y que permite por ello calcular con precisión la posición de una presa o un obstáculo sin tener que mover la cabeza, algo que les supondría un freno en el avance y por ello un gasto extra de energía.
Pero salgamos del agua, porque vamos a ver que ante un mismo problema, la solución puede ser muy parecida y sin que los protagonistas de esta historia se hayan puesto de acuerdo (es un caso de convergencia adaptativa).
Las aves rapaces nocturnas pertenecen al orden estrigiformes, comparten un antepasado común y también presentan asimetrías en sus cráneos. Estas aves cazan en condiciones de poca luz y emplean su desarrollada vista y su fino oído para conseguir sorprender a sus presas.
Necesitan lanzarse con precisión allí donde vean u oigan algo. Y como ya dije antes con los cetáceos, no pueden girar la cabeza para oír bien y dejar de ver mientras tanto. La solución vuelve a ser la de tener los oídos desplazados.
Aquí tenemos unos casos de asimetría que precisamente se deben a la existencia de "buenos genes".
La evolución nos sorprende una y otra vez con sus soluciones a partir de lo que hay.
Las aves rapaces nocturnas pertenecen al orden estrigiformes, comparten un antepasado común y también presentan asimetrías en sus cráneos. Estas aves cazan en condiciones de poca luz y emplean su desarrollada vista y su fino oído para conseguir sorprender a sus presas.
Necesitan lanzarse con precisión allí donde vean u oigan algo. Y como ya dije antes con los cetáceos, no pueden girar la cabeza para oír bien y dejar de ver mientras tanto. La solución vuelve a ser la de tener los oídos desplazados.
Lechuza común (Tyto alba) |
Las aves no tienen orejas para canalizar el sonido hacia el tímpano, pero las rapaces nocturnas tienen una disposición de plumas en el rostro y una forma de "cara" marcada por la forma del cráneo que actúan como verdaderos pabellones auriculares.
Viendo el cráneo desnudo se aprecia claramente la asimetría que permite ubicar con precisión una fuente sonora sin tener que ladear la cabeza.
Aquí tenemos unos casos de asimetría que precisamente se deben a la existencia de "buenos genes".
La evolución nos sorprende una y otra vez con sus soluciones a partir de lo que hay.