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domingo, 16 de junio de 2013

EL ARO

Hace tiempo puse una entrada sobre una planta de la familia de las aráceas. La titulé "Biarum, el primo moreno del aro"

Arum italicum





Pues bien, ahora le toca el turno al aro (Arum italicum), otra arácea, que suele pasar desapercibida si no está en floración e incluso con ella. Solo cuando ha fructificado se atreve a dar la nota y se vuelve llamativa.

Lo más interesante de esta planta es, como en el biarum, su inflorescencia. Una inflorescencia es un conjunto de flores que se encuentran muy próximas unas a otras.

La inflorescencia de las aráceas consiste en pequeñas flores de ambos sexos reducidas a carpelos las femenimas y a estambres las masculinas. Todas ellas nacen en torno a un eje carnoso llamado espádice rodeado por una hoja modificada denominada espata que recuerda a una corola.

En el caso del aro, el espádice es de color amarillo anaranjado y la espata blanco verdosa.

Nuestro aro se eleva por encima de sus parientes (biarum, cala, poto, anthurium, candilico,...) porque ha convertido su inflorescencia en un mecanismo de polinización de "alta tecnología".

Fijémosnos en la fotografía:

Inflorescencia abierta del aro

Detalle de las flores


 En la base encontramos las flores femeninas, cada una de las cuales es un simple pistilo; le siguen algunas flores femeninas estériles y con aspecto de pelos; más arriba están las flores masculinas, reducidas a estambres y por encima de ellas hay un conjunto de pelos, que son flores masculinas degeneradas, inclinados hacia abajo. Obsérvese que la espata que envuelve la inflorescencia está estrechada justo por encima de la zona de los pelos.

Esta bella y complicada estructura es una eficaz trampa para insectos polinizadores.


Infrutescencias del aro
El aro emite un olor (desagradable para nosotros) que atrae a ciertas especies de pequeños insectos, sobre todo dípteros, que al entrar en la inflorescencia resbalan y caen hasta el fondo. Los pelos impiden que puedan salir y así, estos pequeños prisioneros se mueven dentro de su celda polinizando las flores femeninas. Pasan toda una noche dentro de la trampa hasta la mañana siguiente, momento en que han madurado las flores masculinas y se han marchitado los pelos.

Los insectos salen del aro embadurnados de polen y, "tropezando de nuevo en la misma piedra", caerán en otro aro que con su olor los atraiga, repitiéndose la escena.

La trampa tiene un diseño sin igual y consigue que la polinización sea muy eficaz.

Todas las plantas, salvo excepciones, se las arreglan para evitar la autofecundación y así, por ejemplo, una flor de cerezo necesita de varias visitas de insectos en sucesivos días: el pistilo será fértil en un momento en que los estambres no lo son y pasado un tiempo, ocurrirá a la inversa. Unos insectos traerán polen de otras flores y otros se llevarán el de esta.

Nuestro aro utiliza el mismo mensajero de ida y de vuelta, pero es condición necesaria que pase la noche en el calabozo.
 

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