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sábado, 21 de mayo de 2016

LA PRIMA AMERICANA DE NUESTRA NÁYADE



UN CASO CURIOSO DE ADAPTACIÓN

               En el artículo anterior hablé de nuestras almejas de río, las náyades. Quería hacer saber que existen, que contamos con una buena diversidad de especies y que tienen un modo particular de reproducirse, necesario para permanecer en el propio río evitando que las larvas sean arrastradas aguas abajo.
              Ahora quiero referirme a otra almeja de río, de la misma familia que algunas de las nuestras, aunque endémica de Norte América.

             El motivo no es otro que mostrar una curiosidad de esa especie, Lampsilis streckeri, que como colmo de la adaptación, no espera a que un pez pase cerca para arrojarle las pequeñas larvas gloquidios para que permanezcan en sus branquias sin ser arrastradas por la corriente hasta que se desarrollen y puedan asentarse en el fondo como jóvenes adultos.

            Nuestra almeja atrae a los peces para que hagan de "canguros" de sus crías. Y lo hace presentando en el borde de su concha un "pez" que no lo es pero que lo parece: tiene forma de pez, se mueve como un pez e incluso posee una mancha que recuerda a un ojo de pez.

            Cómo se ha llegado a esta perfección a partir del borde carnoso (manto) de la almeja es algo que puede explicarse a la luz de la teoría evolutiva. La receta mágica ya la sabemos: mutaciones, selección natural y mucho tiempo.

          Admiremos a la "prima" americana de nuestras almejas de río. Se lo merece por un trabajo tan bien hecho.



 

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