¿quién te crees qe inventó la caña de pescar?
Os
presento a los descendientes del auténtico inventor de la caña de
pescar: son unas 200 especies, que habitan los océanos de todo el mundo y
que pueden medir desde unos centímetros a más de dos metros de
longitud.
Para nosotros el más conocido es el rape. Aunque no todo el mundo lo reconozca de cuerpo entero. Quizás esto es lo que nos suena:
Una
ver descabezado, eviscerado y pelado es otra cosa, pero al natural es
un pez aplastado, feo según nuestros cánones de belleza, todo cabeza, con
una boca enorme llena de dientes puntiagudos y de un color indefinido
que sin duda se camufla perfectamente en el entorno de los fondos en los
que vive.
El rape (Lophius piscatotius) es un depredador que no necesita ser un gran atleta, como el atún, para ir tras sus presas: son las presas las que van a él.
El rape y todos los pejesapos,
que es como se conoce a muchos de ellos, tienen una espina muy larga,
que en vez de formar parte de la aleta dorsal es independiente y puede
ser movida por delante de la cabeza (para qué va a “inventar” la
evolución nada nuevo si puede reaprovechar algo que ya existe).
Pero
como saben los pescadores con caña, hay que poner un cebo en el extremo
del sedal, para que acudan las presas. Por supuesto los pejesapos y
nuestro rape lo tienen. Es una porción de tejido del propio pez que
agitan en el agua y que atrae la atención de quien por allí pase. En
algunos casos imita a un pequeño gusano ¡vivito y coleando!
Como puede verse en algunas de estas fotos, el rape es a pesar de todo una belleza; algunos de sus “primos” son monstruosos, dicho esto sin ánimo de ofender.
Estas
criaturas aterradoras viven en los fondos de las llanuras abisales, a
varios kilómetros de profundidad, con aguas a temperaturas próximas a
los cero grados, soportando presiones enormes y en la más completa
oscuridad… esto último no es cierto: el cebo tiene luz. Hay poca comida y
hay que atraerla con la caña de pescar, que para eso son pejesapos. Lo
curioso es que la luz no la producen ellos sino unas bacterias
simbiontes que allí viven y que producen una luz semejante en cuanto a
su origen a la que emiten las luciérnagas. En realidad, muchos animales
abisales contienen grupos de bacterias luminiscentes que les permiten
entre otras cosas identificarse y buscar pareja, que no debe de ser
tarea fácil.
Y
hablando de sexo, aquí viene algo realmente curioso (estamos en el
rincón de las curiosidades): hay una especie de pejesapo en la que la
diferencia de tamaño y aspecto entre los sexos (dimorfismo) es enorme.
De hecho, tardó en saberse que existían los machos. Estos son de muy
pequeño tamaño y una vez que localizan a una hembra se agarran a ella
con los dientes y se quedan pegados. Será una cuestión de tiempo que se
fusionen los tejidos de ambos y el riego sanguíneo de la hembra pase al
macho, que quedará convertido en un apéndice o mejor dicho en un
testículo productor de espermatozoides para cuando los precise la
anfitriona. No sé si puede decirse que los machos alcanzan ese estado
ideal que querría alcanzar todo macho que se precie, o que han quedado
reducidos nada más que a eso, a pequeños sementales sin vida propia
(hasta que aprendamos a comunicarnos con los pejesapos, seguiremos con
la duda).
Pejesapo peludo