La tierra nunca ha sido para quien la trabaja, aunque el sistema comunista haya intentado (al menos de boquilla) que así fuera.
Pero en los últimos años se está produciendo un fenómeno terrorífico que es una faceta más de ese mal incurable que llamamos globalización.
La tierra cultivable de muchos países pobres (pobres no es recursos sino en renta percápita) está siendo vendida por los propios gobiernos, esto es, por los dictadores que controlan esos países a empresas y particulares muy ricos de otros países.
Los alimentos producidos por esas tierras se venden fuera del país de origen y ahí está el negocio. Como mucho, la mano de obra que trabaja los campos y que ve cómo se llevan los productos sí es del país que pone el suelo.
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